Es importante que las universidades reconozcan el talento de los jóvenes con potencial emprendedor y lo nutran a través de bootcamps, hackatones, programas académicos e incubadoras de empresas.
Por Esteban Sánchez - 30/05/2018

Esteban Sánchez | Opinión | Campus Hidalgo

 

Es innegable el papel de las universidades en el desarrollo de los ecosistemas emprendedores alrededor del mundo. El mismísimo Silicon Valley tiene al centro de sus actividades (literal y figurativamente) a la Universidad de Stanford que, además de proveer al ecosistema de graduados de alto desempeño, aporta innovación y nuevos emprendedores. Ese mismo espacio también se nutre de la presencia de los campus que la Universidad de California tienen en Berkeley, San Francisco y San José. La alta demanda que existe allí por profesionales preparados y que además destaquen por su espíritu emprendedor llevó a la creación de una escuela enfocada a esto: Singularity University.

 

En México, sin embargo, aún hay terreno por cubrir para lograr sinergia entre academia y ecosistema emprendedor. Tan solo en nuestra región las nacientes empresas de tecnología tienen que lidiar con la escasez de recursos humanos preparados para trabajar, por ejemplo, en ambientes de tecnologías emergentes. Si conceptualmente quedamos a deber a las empresas en cuanto actitud el déficit puede ser más preocupante. Todo esto sin contar la fuga de nuestras más brillantes mentes a estados vecinos como Querétaro o Puebla debido a la falta de oportunidades, lo que ocasiona un círculo vicioso preocupante. En este contexto ¿Qué se puede hacer para romper con este ciclo? Un paso importante será que las universidades reconozcan el talento de los jóvenes con potencial emprendedor y lo nutran a través de bootcamps, hackatones, programas académicos e incubadoras de empresas.

 

Ejemplo de esto es un programa pionero del Tecnológico de Monterrey: la Beca al Talento Emprendedor que además de apoyar en lo académico vincula a sus beneficiarios con un sistema preparado para apoyarlos en convertir sus proyectos en realidad. Este año dos jóvenes del estado se han beneficiado con esta oportunidad: Eduardo Legorreta, quien vive apasionado por mejorar las condiciones de nuestro medio ambiente, y Oziel Serrano, un joven que busca por llevar los productos del campo mexicano al siglo XXI y a todo el mundo. Y aunque este reconocimiento es admirable, aún queda mucho por hacer en todas las instituciones para convertirse en la espina dorsal de nuestro ecosistema empresarial.

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