Profesor del Tec de Monterrey habla sobre las diferentes versiones que ocasionaron los apagones masivos en el norte del país
Por Pablo Ayala | Formación Ética - 20/02/2021

Pablo Ayala | Opinión | Director de Formación Ética y Ciudadana

En la acalorada discusión en torno a los apagones de energía eléctrica hay más fobia, desconocimiento y mentiras que razones.

Desde un bando, se afirma, los cortes programados son una medida necesaria para evitar un mal mayor; desde el otro, se asegura, la medida es otra más con las que López Obrador nos lleva del tercer mundo a uno de cuarta.

Dado que la cuestión técnica no es lo mío ,que si la salida de operación de dos líneas de transmisión provocó que la frecuencia del sistema se incrementara en 61.8 hertz y por ello salieran de operación 16 centrales eléctricas, se perdieran 1,714 megawatts de fotovoltaicas y 877 de eólicas. 

Que si el gas se congela por debajo de los 160 grados centígrados, o que si Biden dio la orden de no vender gas fuera de Texas, me centraré en cuatro razones asociadas al tema de la mentira, porque, pienso, esta tuvo más peso en los apagones que la histórica nevada que pintó de blanco los Estados Unidos.

 

Con o sin nieve

 

En su libro "Mentir. La elección moral en la vida pública y privada", Sissela Bok dice que son cuatro los motivos que conducen a una persona a mentir:

1.- La confabulación, término que estuvo asociado a la imagen de un grupo de gente que se reunía a charlar, pero que hoy los psiquiatras lo utilizan para referirse a las historias que cuentan las personas aquejadas por el Alzheimer.

2.- La compulsión patológica que conduce a la persona a pasar de una mentira a otra y otra, hasta tejer una enorme red que termina por atraparla sin poder escapar de ella.

3.- El gusto por engañar, el cual evoca un cierto entusiasmo y atractivo que incita a mentir y mentir. 

4.- Reducir el riesgo de soltar la verdad a bocajarro, la verdad cruda, espontánea, dolorosa.

El problema, dirá Bok, no es mentir. El problema es que las cuatro motivaciones, siempre, hilvanan las arengas lanzadas desde el púlpito de las mañaneras. Con nieve, sin nieve, con pandemia o sin ella. 

 

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