Ángela Terrazas vivió junto a sus compañeros la cultura Tarahumara de primera mano durante la Semana i. La actividad amplió su visión la cual cuenta con mucho entusiasmo
Por Asael Villanueva - 20/12/2017

Kuira, esa es la palabra que deben usar para decir hola, también deben usar letrinas en vez de baños y cuando se requiere agua hay que caminar para traerla. No hay internet, no hay tráfico, no hay lugar donde cargar la batería de los teléfonos móviles. Lo que no se tiene en lujos se compensa en tradiciones y el trabajo aquí no se realiza tras un escritorio.

Así se vive en una comunidad Rarámuri llamada Churo en la Sierra Tarahumara en donde un grupo de quince alumnos del Tecnológico de Monterrey convivieron durante una semana con los nativos del lugar. La actividad formó parte de Semana i, durante la cual las clases tradicionales dentro del aula son sustituidas por proyectos innovadores y sociales.

Ángela Terrazas, alumna del Tec de Monterrey en Saltillo nos platicó cómo fue vivir una semana en Churo con la intención de conocer la cultura y capturar fotográficamente el día a día.

— Estuvimos ayudando en los quehaceres de la casa de la señora con la que nos quedamos. Las mujeres estuvimos en la cocina y los hombres salieron por leña. Ayudamos en la casa de la señora con la que nos quedamos durante la semana.

Una de las ideas que Ángela tenía sobre las comunidades indígenas era que el machismo predominaba en las mismas, pero se dio cuenta que los hombres y las mujeres asumen roles dependiendo de su género sin pensar en la superioridad de uno sobre otro, sino en el bien de la comunidad y el trabajo en equipo de la misma.

Ángela mira hacia arriba para hacer memoria de las actividades que realizaron durante su estadía en Chihuahua y comenta que uno de los eventos más relevantes fue una fiesta patronal que dio inicio desde las primeras horas de la mañana y que estuvo plagada de tradiciones. Recuerda incluso que al momento de llegar al poblado les recibieron con un caldo de cabra, misma que fue sacrificada en honor a los jóvenes por la familia de Doña Anita quien les recibió en su casa.

— Una de las jóvenes, Nati, iba vestida como las mujeres del lugar, incluso ella ayudó a limpiar los intestinos de las cabras en el rio. Ella vivió la experiencia intensamente. De hecho, creímos que se había perdido, pero estaba ayudando en el rio —comentó riendo.

Al hacer memoria sobre su experiencia, Ángela recuerda una visita que hicieron a otra casa de la comunidad que se encontraba a una hora y media de camino.

— Fuimos a visitar a Doña Aurora, otra de las mujeres del poblado. Esa noche tomamos fotografías nocturnas, en la mañana fotografiamos el amanecer. En la noche estuvimos cantando y tocando guitarra. Los hombres tenían que bajar a un pozo con agua, pero a pesar de eso la convivencia estuvo increíble entre nosotros y las personas del poblado.

Una de las cosas que más sorprendió a Ángela fue que, a pesar de tener algunas carencias y de estar alejados de las ciudades urbanas, los residentes del poblado se organizaron e hicieron llegar víveres a los afectados por los sismos recientes en el centro del país.

— Nosotros creímos que íbamos a ayudar, pero al final ellos fueron los que nos aportaron a nosotros. Conocer su cultura es algo que no se puede comprar y nos sentimos muy agradecidos por la oportunidad que nos dieron de entrar en su comunidad —afirmó.

Ángela, con una sonrisa en el rostro, dice que esta experiencia ha cambiado su vida y su percepción sobre las comunidades indígenas y que la sociedad mexicana urbanizada debería aprender de los Rarámuris, en especial a trabajar por la comunidad de la manera en que ellos lo hacen pensando en el bienestar general y no en lo individual.

Kuira, así nos platica Ángela que se saludan, el contacto físico es muy poco y no demuestran sus emociones, son sobrios al convivir. Acciones que contrastan con su manera de pensar, con su manera de vivir, buscando que su entorno sea mejor cada día.

Esta Semana i les ha mostrado a los jóvenes una manera distinta de hacer las cosas, una similar a la que se vivió en el país luego del 19 de septiembre en la que la ciudadanía salió a las calles, pensando en ayudar a su comunidad a pesar del hambre, el miedo y el dolor que sentían en esos momentos.

La Semana i ha dejado muestras de que México resurge de la tragedia y son los jóvenes quienes guían este nuevo país. ¡Kuira al nuevo México!

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