Durante el bloque de Representación formal del espacio de los alumnos de estudios creativos del Tec campus San Luis estos llevaron a cabo la construcción de un espacio de introspección enfocado a la meditación.
Con este proyecto se buscaba que los alumnos desarrollaran competencias como la creatividad, la comunicación y conceptualización, además de que estuvo orientado a las áreas de arquitectura y diseño.
Este proyecto fue supervisado por el diseñador Rubén Vázquez y la arquitecta Angelica Castrejón, profesores del Tec en San Luis.
Entre los socios formadores de este proyecto se encuentran el Museo Laberinto de las Ciencias y las Artes, Punto Blanco, el Parque de Emprendimiento e Innovación de San Luis Potosí y Amoato, un despacho internacional mexicano.
La construcción de un espacio
El objetivo de este bloque era darle continuidad a los Objetivos de desarrollo sostenible dentro de la agenda 2020-2025 del Tec de Monterrey, entre los cuales se encuentra Salud y bienestar.
Es así cómo se genera la propuesta de que los alumnos crearan un espacio con el propósito de provocar un impacto positivo en la salud, este tenía que ser 80% de cartón y no debía de pasar el límite gastos impuestos.
A través de todos sus materiales y procesos esta creación debía de llevar una continuidad y enviar el mensaje correcto, el de un espacio introspectivo que a su vez se vuelva público e interactivo para que los que deseen entrar ahí puedan tener un momento de paz, un momento con ellos mismos.
Se tiene la intención de que estos espacios creados por los alumnos caminen hacia el campus San Luis para que la comunidad del Tec en San Luis pueda experimentar estos espacios.
Prueba y error
Para llevar a cabo este proyecto los alumnos primero tenían que trabajar en el concepto de su habitáculo, para luego diseñarlo. Una vez diseñado, tenían que modelar en 3D y luego construir.
El proceso creativo fue el más largo. La parte de conceptualizar, diseñar y modelar se llevó a cabo durante 3 semanas del bloque en las que los estudiantes recibieron retroalimentación de sus profesores y los socios formadores del proyecto.
“Mucho del proyecto dependió de nosotros mismos”, explicó José Martínez, alumno de estudios creativos para CONECTA.
Aunque los profesores supervisaron el proyecto, gran parte de este dependía del trabajo de los alumnos, desde escoger ideas, hasta hacerlo físicamente. Se trató de experimentar y prueba y error, ver que funcionaba para cada equipo y que no.
“Ya no me da miedo usar programas, ya puedo entrar a uno sin ningúna noción y saber que voy a poder algo”, cuenta José.
Los socios formadores
“No tuvieron un socio formador, tuvieron cuatro y caminar los esfuerzos para 4 socios formadores fue todo un reto para ellos”. -Karla López.
Los socios formadores antes mencionados acompañaron a los alumnos durante su trabajo y fueron dándoles retroalimentación, los alumnos aprendieron durante el proceso a conectar estos aportes y así trabajar en sus espacios.
“El impacto que yo puedo observar es cómo logramos que puedan ir cambiando, modificando y conectando todas esas retroalimentaciones”, cuenta Daniel Hernandez Navarro, director operativo del Museo Laberinto acerca del impacto del proyecto en ellos.
Parte del proyecto fue aplicar los contenidos temáticos del Museo, de las salas o de su arquitectura en los habitáculos de los alumnos.
“Unos no se la creen, otros sufrieron y al final de cuentas se cumplió con el objetivo”. -Daniel Hernandez.
Un reto
“Yo creo que aquí crecimos más”
En un periodo de 4 semanas los jóvenes de estudios creativos trabajaron en su proyecto y desarrollaron múltiples habilidades como la creatividad, generación de proyecto y comunicación.
Los proyectos se presentaron en el Museo Laberinto de las ciencias y las artes el día 19 de marzo.
“En algunos momentos los vi entusiasmados en otros muy frustrados en otros muy alegres, pero finalmente llegan a esta combinación de proyecto montado en un espacio tan importante de la ciudad donde ellos están después de tanto proceso finalmente contentos”, cuenta karla.