Valentina Fuentes solía cantar a solas, temerosa de que su voz no fuera lo suficientemente buena. Al ser hija y nieta de cantantes sentía el peso del legado sobre sus hombros. “Pensaba: ‘me voy a equivocar, me voy a desafinar’ ”, recuerda.
Durante años evitó los escenarios hasta que, motivada por su madre, participó en un musical universitario que la llevó a cambiar su historia. “Me sentí alguien, no me sentí pequeña en el escenario”, dice sobre esa primera vez arriba de la tarima. “Eso me dio seguridad a través de los años”.
Hoy, Valentina Fuentes García ha llevado su voz a más de 10 mil personas en Portugal y a miles más en México, interpretando música tradicional mexicana en festivales culturales y eventos dentro y fuera del Tec de Monterrey.
Actualmente, Valentina estudia Tecnología y Producción Musical en el Tec de Monterrey, y este semestre concluye su etapa en campus Hidalgo, donde formó parte del representativo de canto y participó en obras, conciertos y eventos institucionales.
“Si pudiera vivir en un escenario para siempre, me subiría sin pensarlo dos veces. Ahí me quedaría, compartiendo lo que más amo”, afirma.

Voz mexicana en escenarios internacionales
En 2023, Valentina fue invitada a unirse como cantante a la Compañía Folklórica Magisterial de Hidalgo, un grupo con más de 20 años de trayectoria. La propuesta: representar a México en una gira por tres ciudades de Portugal.
“Me invitó el profesor Alejandro Ochoa, quien entonces era el director musical de la compañía”, recuerda. “Buscaba una voz femenina para ir de gira a Portugal y pensó en mí.”
”El arte no es para uno mismo, es para compartirlo con el mundo”.
“Solo sabía canciones de mariachi, hasta ahí. Pero empecé a investigar por mi cuenta de qué regiones eran esas canciones”, narra sobre su preparación. “Me di cuenta que el folclor mexicano es muchísimas cosas, cada estado tiene su esencia.”
Durante un número dedicado al estado de Tamaulipas, cantó huapangos por primera vez. “Nunca había hecho algo así… los falsetes, el ritmo, todo era nuevo. Pero lo disfruté muchísimo, fue un reto que me transformó.”
En la ciudad de Monção, cantó ante más de 10 mil personas. “Vi banderas mexicanas, escuché a la gente cantar ‘Cielito lindo’. Ver a otros abrazar mi cultura, tan lejos de casa… fue uno de los momentos más especiales de mi vida.”

Música como forma de vida
Cantar se convirtió para Valentina en una forma de compartir con otros lo que más disfruta hacer. Junto a El Dueto, proyecto musical liderado por su profesor Alejandro Ochoa, ha llevado su voz a eventos que van desde bodas y despedidas de soltero hasta en presentaciones con causa.
“Amenizamos con música en vivo las horas que se necesiten. Nos adaptamos al género que nos pidan y, si lo conocemos, lo interpretamos”, explica. Esa experiencia le permitió imaginar por primera vez que vivir de la música era posible.
“Me siento muy feliz de, en este punto de mi vida, poder vivir de lo que me gusta. Viajar a otro país solo por cantar, por compartir lo que amo, ha sido algo muy, muy increíble.”
Su mamá fue una de las primeras en creer en su voz. “Siempre me apoyó. Nunca me dio la espalda. Me decía que tengo una voz que vale la pena compartir con los demás.”
Para Valentina, el talento no basta sin constancia. “Mis maestros siempre me dijeron que para llegar más lejos se necesita disciplina. Esa es una de las lecciones que más me han marcado.”

Del campus a nuevos horizontes
Durante cuatro años, Valentina construyó su historia artística en el campus Hidalgo. Participó en cinco musicales, conciertos y presentaciones institucionales, y cerró su etapa en Hidalgo interpretando a Gabriela Montez en High School Musical On Stage.
“Fue algo mágico para mí. Darle vida a ese personaje tan icónico fue una forma muy bonita de cerrar esta etapa”, recuerda sobre su última vez en el escenario formando parte del Tec campus Hidalgo.
Ese mismo semestre también llegó su última clase de canto. “Me despedí diciendo ‘nos vemos la siguiente semana’, pero ya no habría siguiente semana. Llegué a casa y me di cuenta de que esa había sido la última.”
Para ella, Arte y Cultura fue más que un programa: “Se volvió mi segunda familia. Aquí aprendí responsabilidad, dedicación y disciplina. Son valores que me acompañarán siempre.”
“Espero que la música nunca deje de ser esa parte de mí que busca inspirar a los demás”, dice. “ El arte no es para uno mismo, es para compartirlo con el mundo”.
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